Yo soy el primero en reconocerlo, he entrado en ese juego, y mentalmente he llegado, sin quererlo, a radicalizarme y a pensar que todo es blanco o negro, que hay dos bandos, que todo se divide en buenos y malos, que apoyo y defiendo todo lo que hacen o dicen los míos, y rechazo todo lo que hacen o dicen los otros. Repito, mentalmente, he llegado a pensar de esa manera, sin quererlo, pero lo he hecho. He estado metido en las trincheras. Pero he cambiado, o eso creo yo. He reflexionado, me he dado cuenta de que eso es lo que quieren estos malditos políticos, y he conseguido apartarme de esa vorágine de odio y división. Luego te lo explico.

Y te preguntarás, amable lector, a que viene esto. Pues muy
sencillo. Todos nosotros, españolitos de a pie, estamos siendo testigos de unos años a esta parte, de un
espectáculo bochornoso del mundo de la política, que convierte la gestión de la
cosa pública, en una política de trincheras, que lo que hace es convertir la
batalla política en dos bandos, la izquierda y la derecha. Eso pasa en todas
las democracias occidentales, eso no es lo malo. Lo malo es que los políticos
de hoy en día, que en mi humilde opinión no son lo suficientemente válidos para
jugar con nuestros destinos, para tapar esa deficiencia personal y esa
incompetencia para la política, lo que se dedican a hacer es dividir a la
sociedad, establecen dos bandos, los buenos, nosotros y los malos, los de
enfrente. Y confrontan esos dos bandos de forma que o estás con los míos, o
estás contra mí. Y no hay término medio. Se dedican a insultarse entre si, en
busca de un like, o un me gusta en las redes sociales; solo miran en quedar
bien ante sus correligionarios dándole un buen ‘zasca’ a los enemigos, pues así
es como los consideran. Siempre gano yo, y siempre pierde el contrario. Y no
solo eso, tengo que humillarlo y regodearme en ello. Y lo peor de todo es que
lo hacen a conciencia; con esa actitud, lo que están haciendo es dividir, en
lugar de sumar; pero eso les asegura un buen puñado de votos que a la hora de
las elecciones les da la posibilidad de gobernar y de vencer al enemigo, y
humillarlo. Por tanto lo hacen a propósito. Y nosotros les seguimos el juego, como tontos, como borregos. Por eso me he retirado de esa pantomima, para no participar de ese circo. Pero continuo con mi exposición.
Eso es lo que han hecho con los medios de comunicación.
¿Habéis visto algún programa matinal de actualidad en la televisión, donde
debaten algunos periodistas de uno y otro bando, sobre los temas de política
que surgen cada día? En lugar de
periodistas, parecen los mismos políticos mediocres, que hay en el congreso,
pero sentados alrededor de una mesa y coordinados por un moderador que también
participa del desaguisado. Unos defienden un bando y otros defienden el otro. Y
no hay arreglo posible. En lugar de dialogar, confrontar opiniones, debatir, y
defender sus posiciones, incluso respetar las opiniones contrarias, se dedican a
tirarse los trastos a la cabeza y sacar a relucir eso tan manido del “y tu
más”.
Y eso es lo que pretenden hacer con los ciudadanos. Y, de
hecho, con muchos de nosotros lo han conseguido. En el País Vasco y Navarra,
hace ya mucho tiempo que no se habla de política entre los vecinos o
conciudadanos, por razones obvias. Pero es que en Cataluña desde el ‘procés’,
también está muy complicado hablar de política incluso entre familiares, pues
las discusiones políticas acaban en disputas y rencores que cambian por
completo las relaciones entre parientes. No digamos en la calle.
Y eso es lo que está pasando en el resto de España. Nos están robando temas de conversación. Yo recuerdo que cuando vivía en Alicante, podía
charlar de política tranquilamente con un compañero de trabajo, o un buen amigo
sin siquiera compartir ideas, cada uno nos respetábamos y exponíamos nuestra
opinión, y la charla se acababa de lo más amistosa. Hoy en día, eso ha cambiado
mucho; sino se acaba a gritos, defendiendo cada uno lo suyo, se prefiere callar
sin llegar a ninguna conclusión, para que la relación no se enturbie, y se mantenga normal. Imagina eso entre personas que no
se conocen. Por eso, las charlas políticas entre conciudadanos están más
restringidas que antaño.
También hay algo que han conseguido los políticos de hoy en día, con nosotros los ciudadanos, y es la lealtad a un partido. A base de dividirnos y de enfrentarnos unos con otros, han conseguido que nos aferremos a un partido u otro, a una ideología u otra, a las izquierdas o a las derechas. Y eso nos enfrenta, nos divide, nos separa. Antiguamente, no le guardábamos fidelidad al partido al que habíamos votado, si lo hacía bien, lo volviamos a votar, y si no, pues cambiábamos el sentido de nuestro voto. Hoy en día eso no es posible, Somos de un partido u otro como quien es del Barça o del Madrid, siempre fieles a nuestro partido; porque preferimos lo malo de nuestro gobierno, a que gobierne el de enfrente, que presuponemos que es peor. Y no nos damos cuenta de que los partidos, mejor dicho, los políticos de los partidos a los que les damos nuestra fidelidad, despues de salir elegidos, juegan con nuestros votos como les da la gana, hacen lo que les sale de las narices, nunca lo que han prometido en campaña, siempre lo contrario. Y tienen unos privilegios que no son capaces de prescindir de ellos, aunque sea por guardar unas formas y mantener una imagen de solidaridad para con los ciudadanos que lo están pasando mal.
Y así es como están las cosas. Como he empezado diciendo en
este post, yo también he caído en esta radicalización en su momento, pero he
reaccionado, me he dado cuenta del error, y últimamente estoy mucho mas pasota en
temas de política. Me mantengo informado, porque hay que estar al día, pero
sobrellevo mucho mas tranquilamente los desvaríos de unos y otros políticos, y
no me dejo afectar por sus diatribas, sus tejemanejes, y sus disputas. Me gustaría que los demás ciudadanos hicieran lo mismo, que no se dejen llevar como borregos, no se dejen guiar por falsos mesias, y piensen por ellos mismos. Y actuen en consecuencia. Cuando
lleguen las elecciones, iré a votar en función de como lo hayan hecho. Y votaré
en conciencia. En vista de la pésima clase política que tenemos, tendré que
votar al menos malo, pero tengo la absoluta seguridad de que lo haré. Pese a
quien le pese.
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