Erase una vez, en un Reino muy, muy lejano, un Rey, el Rey Pedro, muy narcisista, y muy egocéntrico, que solo le interesaba lo que le afectaba a sí mismo, lo único que le importaba era lo que le pasaba a él, sin empatía ninguna hacía los demás, ni hacia nadie que no fuera él mismo. Dominaba su corte con mano de hierro, y todos sus cortesanos, del mismo partido que El, eran sus vasallos, y se arrodillaban a su paso, para demostrarle su fidelidad, y su devoción. Y todo el Reino, sus organismos, y organizaciones, tribunales, medios de comunicación, partidos políticos, asambleas, y demás instituciones que regían en el mismo, y sus ciudadanos, le debían amor y veneración, pues El era el que tenía la responsabilidad de gobernarles, y de mantenerles.. Y si alguien osaba contradecirle al Rey Pedro, era castigado con el Reproche Real, que suponía el rechazo de toda la Corte, y también de todo el Reyno.

Un día, aparecieron unos sastres que se llamaban mágicos, y
que hablaban catalán, uno de ellos respondía al nombre de Carles. Y contactaron
con el Gran Monarca, el Gran Rey Pedro, y le ofrecieron un traje, maravilloso,
sin igual en todo el mundo, que haría brillar y destacar el aspecto del Rey Pedro,
por encima de todos los reyes y emperadores mundiales, y sería el Rey mejor
vestido de todos los seres humanos, del mundo mundial. El Rey Pedro, quedó
fascinado por semejante oferta, y les emplazó a que le consiguieran ese traje,
a cambio de suculentas cantidades de dinero. El precio no era importante, lo
importante era la imagen del Rey Pedro, que debía ser impoluta y radiante ante
el mundo. Los sastres le pidieron indultos, amnistías, cambios en el código
penal, financiación autonómica full, y otras nimiedades varias, y eso al Rey
Pedro, no le importó, le pareció correcto, y se lo concedió.
Los sastres catalanes, advirtieron al Rey Pedro que su traje tenía una característica muy peculiar, solo era visible ante los ojos de las personas inteligentes, aquellas personas que fueran necias, incultas o ignorantes, no podrían ver nada, y mucho menos admirar la belleza de tales tejidos. Eso al Rey Pedro no le importó, pues El estaba completamente seguro de que era muy listo e inteligente y lo podría ver todo. Y concedió el permiso real a los sastres catalanes para que procedieran a tejer tan hermoso traje

Los sastres catalanes, comenzaron a elaborar tan
maravillosas vestimentas en sus telares, con los tejidos más finos y delicados
que jamás había tocado la mano del hombre. Eran unos tejidos invisibles, que
solo las personas inteligentes podían ver y disfrutar. Las personas que no lo
veían era porque eran necios, e ignorantes. Mientras los sastres elaboraban su
traje, se les fueron acercando muchos vasallos de palacio, del mismo partido
que el Rey Pedro, y admiraron tan maravillosas telas invisibles, que ellos
consideraban magnánimas y dignas del mejor Rey, no fuera a ser que los tildaran
de ignorantes y mentecatos.
Así fue como se iba creando la fama de ese traje, el mejor
traje del mundo, el mas elegante, el de mejor calidad, cuyos tejidos finos y
delicados, compondrían el mejor traje Real del mundo. Todos valoraban las
prendas de forma prodigiosa, y fascinante, a todos les encantaba el traje, a
todos les obnubilaba la vista, semejante dechado de finura y elegancia, nadie
osaba decir que allí no había nada, nadie se atrevía a certificar que el traje
era un fraude, por miedo a que le tacharan de zoquete, o zopenco.

Por fin llegó el día, era el día en que los sastres
catalanes terminaban su obra textil, había llegado la hora de probarse el
traje, y el Rey Pedro, en su magnanimidad, prepotencia, y narcisismo, estaba
nervioso y excitado, y estaba impaciente por ser el Rey mejor vestido del mundo
mundial. Esa era su finalidad, su único propósito, ser el Rey mas elegante del
planeta. Y para ello, había pagado ingentes cantidades de contraprestaciones, a
los sastres catalanes. El precio no importaba, sus ciudadanos lo pagarían
felices, pues era para su Rey. Los sastres procedieron a su prueba sobre el
magnánimo talle del Monarca, y el traje quedó finalmente expuesto ante la
mirada atónita de todos los allí presentes.
Estaba el Rey Pedro, en calzoncillos, con un supuesto traje,
invisible para los necios, los sastres catalanes a su lado admirados de tan
maravillosa obra, y los vasallos, del mismo partido que el Rey Pedro,
boquiabiertos ante semejante visión. Todos asintieron con devoción, sin duda
era el mejor traje jamás vestido por un Rey, era algo asombroso, prodigioso,
extraordinario, jamás visto por ojo humano. El Rey Pedro, sonreía de
satisfacción, viendo las reacciones de sus vasallos. Estaba pleno de orgullo, y
henchido de gozo, el ver a sus vasallos caer rendidos ante su extraordinaria
belleza y porte. Nadie se atrevió a contradecir al Rey Pedro, ni a los sastres
catalanes, nada, por miedo a que los tacharan de zafios.
Era la hora de mostrárselo al mundo, y sobre todo a sus
ciudadanos. Para que cayeran tan asombrados y desconcertados como lo habían
hecho sus vasallos, de su mismo partido.
Pero este capítulo todavía no ha sido escrito, el Rey Pedro,
aun no se ha querido mostrar ante sus ciudadanos, para recibir sus halagos o
críticas; debe tener miedo de que sus ciudadanos le hagan ver que está
completamente desnudo; o igual tiene miedo de que le echen en cara el ingente
precio que ha pagado por semejante barbaridad; o sencillamente ignora la
opinión de sus ciudadanos, porque le parecen zafios y toscos, y no saben
valorar lo que es su inteligencia Real, ni su elegancia y porte.
Descuidad, queridos lectores, cuando se escriba ese
capítulo, prometo contároslo.
¡¡Hasta la próxima!!
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