Valenciano de nacimiento, y navarro de adopción, soy Aurelio, tengo 59 años, vivo en pareja en un pueblo de la comarca de Pamplona, y mis nietos me llaman Yeyo, ¡Ojo!, no confundir con Yayo, no es lo mismo, leer mis contenidos y lo entenderéis.

8 de Marzo

   El griterío era ensordecedor; los niños iban y venían alrededor de los columpios, se subían a ellos, se caían al suelo, menos mal que el suelo es de vinilo y ayuda a que los golpes no sean serios; pero no solo eran los críos, también los mayores hablaban en voz alta, las conversaciones se desarrollaban entre grupitos de padres y madres, sentados en los bancos, o de pie al lado de algún columpio, pero siempre vigilando a los niños, que no se desmandaran. Por eso, no se podían tener charlas prolongadas, siempre había interrupciones, cuando no era un grito a su hijo, era dejarlo todo e ir a coger al crio que se había caído, o se había peleado con otro niño. La verdad es que salían del colegio, con una energía y unas ganas de jugar, increíbles. Todo eso pasaba inadvertido para mí. Tenía a mis hijos también allí, pero mi sensación era de seguridad y tranquilidad, no les iba a pasar nada. Estaban a salvo. Eso me daba la posibilidad de abstraerme de todo aquel tumulto, incluso del grupito de padres que estaban conmigo en un banco sentados, embarcados también en una amena conversación. Pero yo no estaba por la labor de charlar, al contrario, me encontraba reflexionando sobre el día que había tenido.

Manifestación del 8 de marzo

El despertador sonó puntual, como todos los días, a las 7 de la mañana, me levanté, podía ser cualquier día de entre semana, todos eran más o menos iguales. Me fui a la cocina a prepararme un café, y mientras la cafetera iba sirviéndolo, me fui al baño a lavarme un poco y a orinar. Me tomé el café deprisa y me vestí con un chándal, y me bajé a la panadería de bajo de mi casa a comprar pan del día. Al volver, mi pareja ya estaba desayunando y viendo las noticias de la tele; nos dimos los buenos días y un beso, y charlamos sobre lo que íbamos a hacer durante el día. Preparé los bocadillos de los críos, los envolví en papel de aluminio, y cogí las mochilas y los introduje cada uno en una. Cuando terminé, me dirigí a las habitaciones de mis hijos, encendí la luz y los animé muy cariñosamente a levantarse, con sendos besos en las mejillas. Ellos remolonearon un poco, pero con un poco de insistencia por mi parte, acabaron levantándose.

   El desayuno era más complicado. Cada uno quería una cosa, que si leche con tostadas, que si galletas, que si zumo de naranjas natural, o cereales… Mi pareja ya se había vestido, aseado, y se disponía a irse al trabajo. Me dio un beso, y me dijo que hoy tenía comida de trabajo. Yo me lo tomé con filosofía, no era la primera vez. Tras ello, cogió las llaves del coche y cerró la puerta al salir. Me hubiera gustado estar yo en su lugar, pero mi trabajo estaba en la oficina del paro, por lo que no tenía de momento ninguna obligación laboral, solo mirar las posibles ofertas de trabajo, que pudieran surgir a lo largo del día. Y continué con mis tareas. Volví con mis hijos, terminé de darles el desayuno, los vestí, los abrigué para combatir el frio del invierno, y me dispuse a salir con ellos en dirección al colegio. Tenemos el colegio cerca, así que no tenemos que hacer gasto extra en combustible y en un segundo coche, por lo que nuestra economía familiar lo agradece.

manifestación del 8 de marzo(2)

   Una vez dejados los pequeños en la escuela, nos juntamos algunos padres y madres, y nos relajamos en la cafetería junto al colegio, y nos tomamos un café, mientras mantenemos una amena charla sobre niños, y otras cosas. Después de ese relax, nos despedimos y comienza mi jornada. Me voy a casa, que la tengo manga por hombro. Comienzo abriendo un poco las ventanas para ventilar las habitaciones. Hace frio, por lo que las mantengo abiertas solo un rato, para ahorrar calefacción. Tengo que recoger las habitaciones de los críos, que todo lo tiran por el suelo, y no recogen nada, sus juguetes, hojas de papel con dibujos hechos por ellos, ropa que no se ponen, en fin, todo un mundo que poner en orden. También las camas, que hay que cambiar sábanas, o no, depende… barrer, fregar suelos, limpiar el polvo, en fin, limpieza e higiene que toda casa necesita tener y que hay que mantener a diario.

   Tengo que hacer alguna compra, aunque poca cosa pues nos gusta hacer la compra semanal, y solemos necesitar muy poca cosa diariamente. Pero algo hace falta, y me voy a acercar al super. Solamente comeré yo en casa, así que poco me voy a cocinar. Me prepararé una menestra de verduras de bote que compramos el otro día, y con eso me apaño.

   En la entrada y salida de casa, siempre te encuentras con algún vecino, o conocido al que saludar, te entretienes charlando con ellos, incluso algún amigo o amiga, con los que puedes acercarte al bar a tomar una cerveza o un vermut, que a gustos nada se puede objetar. Y así se va pasando la mañana y llega la hora de comer. Y es cuando te das cuenta de que no te has sentado desde que te levantaste de la cama. Y es entonces cuando por fin, lo haces, para comer.

   Y después de la comida, fregar y dejar la cocina recogida, viene el asunto de la siesta, que es un tema escabroso, que hay que abordar. ¿Dormimos o no dormimos siesta? Aquí hay de todo, unos si duermen, incluso la necesitan; pero hay otros que no duermen, y la consideran una pérdida de tiempo. Yo personalmente, me pongo con el móvil a consultar plataformas de empleo, para buscar un trabajo, que me aporte un sueldo, y nos dé más tranquilidad financiera a la familia; hoy en día, tal y como están las cosas, si en una familia normal, solo trabaja un miembro de los dos progenitores, se pasan apuros. Las cosas están hechas actualmente para que trabajemos los dos. ¿Y cómo conciliamos? Eso es una quimera que por mucho que se legisle, no llegará nunca. Pero ese tema no me ocupa aquí. De momento, se me hace la hora, y tengo que ir a recoger a los niños al colegio, que, con la tontería, se han hecho las 5 de la tarde.

manifestación del 8 de marzo(3)

   De repente, despierto de mi letargo, me fijo en mi alrededor, estoy rodeado de padres y madres, charlando en los columpios del parque, y con los niños formando algarabía, alrededor de ellos. Miro rápidamente al entorno, e inmediatamente veo a mis niños, jugando tranquilamente, con otros niños, subiéndose al tobogán. Respiro tranquilamente, no hay peligro, todo está en orden. Miro el reloj, está anocheciendo, y el gentío que se arremolinaba alrededor del parque, se va reduciendo, por lo que yo también decido que debemos irnos a casa. Llamo a los niños, les insisto en que nos tenemos que ir, y, aunque a regañadientes, acaban accediendo a hacerme caso. Después de ponerles los abrigos, me despido de todos los padres y madres que quedaban por allí, y cogemos el camino a casa. Estamos cerca, así que no nos cuesta mucho llegar.

   Los críos tienen mucha energía aun por agotar, y entran en casa con una escandalera digna de mención. Yo les insisto en que tienen que hacer los deberes, pero ellos no me hacen caso. Van a la suya, ahora es cuando comienza el verdadero estrés, tengo que pelearme con ellos para que hagan los deberes, estén un poco más tranquilos, e incluso jueguen con sus juguetes, que hay tiempo para todo. Me hacen caso a medias, y a regañadientes se sientan cada uno en su cuarto a hacer sumas y a leer.

   Viene entonces mi pareja, de trabajar, con cara de cansancio, y agotamiento físico. Se ducha, y se pone el pijama. Se ha acomodado en una silla, y yo me coloco por detrás, y le cojo con mis manos del cuello y por los hombros y le masajeo. Mi pareja lo agradece infinito, por los gestos que hace.

manifestación del 8 de marzo(4)

   Pongo la tele, cualquier canal, da lo mismo, y en el programa que están haciendo en ese momento sale en directo, una manifestación de mujeres celebrando el 8 de marzo. Cantaban soflamas y arengas en favor del feminismo, y en contra del machismo, y mostraban en alto pancartas con mensajes feministas. Mi pareja y yo nos miramos, y de repente, como movidos por un resorte, nos empezamos a carcajear, y a desternillarnos de risa. Las risas eran tan estruendosas, que llamaron la atención de nuestros hijos, que vinieron a ver qué pasaba.

¿Mamá, papá, de que os reis? -.nos preguntó el mayor de ellos.

Nada hijo-. Le contesté yo entre risas-. ¡cosas de mayores!

   El crio se quedó con cara sonriente a la vez que perpleja, mientras nosotros seguíamos con nuestras risas.

Acabamos el episodio, dándonos un beso apasionado, entre sonrisas cómplices.

 

P.D.: Después de leer esta historia, te propongo una cuestión. ¿Te imaginas el sexo del protagonista de este relato? ¿Es hombre o es mujer?  ¿Y el sexo del miembro de la familia que trabaja? He procurado dejar estos temas a la imaginación del lector, y me gustaría que, si te atreves, me escribas en un comentario tu elección y tu argumento para llegar a esa conclusión. Si lo haces, te lo agradezco infinito.

¡¡Hasta la próxima!!

 

 

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